Para entenderlo, primero debemos repasar brevemente qué es una organización tradicional, para luego comparar dos paradigmas, uno antiguo y uno moderno.
Una organización tradicional tiene una estructura organizacional jerárquica, vertical o piramidal clásica donde los objetivos y la toma de decisiones se toman y transmiten desde los altos mandos de la cumbre de la pirámide hacia las bases de la misma, o la zona operativa pasando previamente por la zona media de gestión. Las organizaciones que adoptan esta estructura funcionan mediante una planificación lineal, las decisiones y el control viajan desde arriba (cumbre) hacia abajo (bases) y los datos e información de abajo hacia arriba.
Aquí la cultura organizacional suele estar marcada por el poder y la función.
Frente al cambio y la innovación, el modus operandi es similar, los mismos, en este tipo de organizaciones, suelen provenir desde la cima, y rara vez se permite ese tipo de acciones desde los mandos medios o las bases.
En cambio, una organización ágil, tiene una estructura más horizontal, abierta. La toma de decisiones puede provenir tanto de los jefes o fundadores como de las bases. Se trabaja en una red de equipos y todo es facilitado por la tecnología.
La cultura organizacional está marcada por el talento y el mercado.
El objetivo principal de este tipo de organizaciones es crear valor interno y externo junto a todas las partes interesadas en forma simbiótica (fundadores, socios, accionistas, empleados, vecinos, gobierno, comunidad,etc.). En este modelo operativo ágil, es posible hacer re-ingeniería de estrategias, estructuras, cultura, lo que comprende también operaciones, procesos, personas y tecnología con velocidad y efectividad para no solo adaptarse al cambio, sino adelantarse a los mismos, y afrontar imprevistos, pudiendo así también potenciar sus oportunidades de mercado. Todo esto permite ir redefiniendo las ventajas competitivas de la organización, aquella que le permite llevar a cabo sus estrategias, en las actuales condiciones VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad, ambigüedad).
La revolución digital ha permitido poder volverse más ágil y ello se manifiesta en 4 conceptos:
– Tecnologías disruptivas: las tareas diarias van pasando a una forma nueva de hacerse, van integrándose al mundo digital y se van automatizando.
-Data Science: El manejo de datos, el análisis y generación de información, conocimiento e isight se vuelve imprescindible y crucial para las empresas.
-Mundo en cambio constante y veloz exige adaptación: clientes con más necesidades, nuevas y que exigen rápida satisfacción, inversores más exigentes, rápida y necesaria adaptación de la organización y sus empleados a este contexto.
-Cultura del talento y la creatividad: los perfiles más buscados son los que poseen habilidades y capacidades para tareas no rutinarias y creativas. Gente que tiene la capacidad y las ganas de aprendizaje continuo. Teniendo capital humano de alto nivel, hiperespecializado y con talento, las empresas retienen valor, aumenta su ventaja y permiten desarrollar su estrategia para captar y retener mercado.
Esto no quiere decir que organizaciones tradicionales y con estructuras verticales no puedan ser ágiles, pueden transformarse en ágiles, manteniendo su estabilidad que le confiere su estructura y pensamiento estratégico, pero flexibilizando y modificando procesos y procedimientos, haciendo una reingeniería que le permita adaptarse al mundo cambiante, generando programas internos de innovación que le permita a todos en la organización presentar propuestas e ideas innovadoras, y así transformando la cultura dura de poder en una cultura de las personas y el talento. Y desde ya, siendo más tecnológicas, y entrando por completo al mundo digital.
Cada vez son más las organizaciones que se animan al cambio pero la transformación ya comenzó y es imparable.
¡Ser estables y dinámicas es el nuevo desafío!
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